Y cada vez que el narrador intentaba, seca ya la fuente de su inspiración dejar la narración para el día siguiente, y decía: "El resto para la próxima vez", las tres, al tiempo, decían: "¡Ya es la próxima vez!"

Alicia en el país de la maravillas. Lewis Carroll

sábado, 20 de febrero de 2010

Apócrifos de Sherlock


Apócrifos de Sherlock Holmes
Por: Guillermo Altares20/02/2010

221B de Baker Sreet, cocaína (en una solución con el siete por ciento de pureza), un violín, Watson, Moriarty, su hermano Microft y el Club Diógenes... Sherlock Holmes es más algo que el detective más famoso de la historia de la literatura, creado por Arthur Conan Doyle en 1887 y protagonista de cuatro novelas y 56 relatos. Sherlock Holmes es toda una cultura, una serie de claves que comparten los aficionados. Y, como ocurre con Tintín, una discusión sobre pequeños detalles de la serie entre fanáticos puede prolongarse hasta la madrugada. Pero, más allá de la obra de Conan Doyle, existe toda una serie de apócrifos, de juegos en torno a Holmes y Watson. El último de ellos (y no precisamente el mejor) es Sherlock Holmes, la película de Guy Ritchie con Robert Downey Jr y Jude Law.

La serie House es una variación en torno a Sherlock Holmes, como lo es también El nombre de Rosa, de Umberto Eco. Su protagonista es Guillermo de Baskerville, un homenaje a la vez al francisco Guillermo de Ockham, maestro medieval de la ciencia deductiva, y a una de las aventuras más famosas del detective londinense, El perro de los Baskerville. Escrito a medias con Thomas E. Sebeok, Eco tiene un libro delicioso, El signo de los tres (Dupin, Holmes, Pierce) -publicado aquí por Lumen en 1989 pero descatalogado-, en el que mezcla la semiótica y Holmes, porque en el fondo la perspicacia del detective se basaba en su capacidad para interpretar los signos.
En cine, uno de los mejores apócrifos es Elemental, doctor Freud, de Herbert Ross, que une a Freud y a Holmes en la resolución de un caso, aunque el médico vienés debe curar primero al detective de su afición a la cocaína. Además del reparto (Vanessa Redgrave, Laurence Olivier, Joel Grey, Robert Duvall), la gracia está, de nuevo, en demostrar como los dos, el médico y el detective, utilizan métodos muy similares, en la fuerza de la deducción. La vida privada de Sherlock Holmes no es el mejor Billy Wilder, pero es Billy Wilder, esto es, una estupenda película, como también lo es Without a Clue, con Michael Caine y Ben Kinsgley, en la que Holmes es una especie de zote que no se entera de nada, mientras que el tipo verdaderamente listo en Watson.
En cuanto a los libros, lo primero que se debería hacer es recurrir a las fuentes: leer a Conan Doyle. En castellano existen sobre todo tres buenas ediciones: la de Alianza Editorial, de bolsillo, barata y práctica; un tomo de Cátedra que reúne las aventuras completas, y la estupenda edición de Valdemar, anotada y traducida por Juan Antonio Molina Foix, un auténtico lujo. Precisamente esta editorial publicó a principios de los años noventa una colección deliciosa, Los archivos de Baker Street, que reunía 14 apócrifos de Sherlock Holmes (están agotados pero se pueden conseguir a través de la página web de la editorial y de la librería madrileña a la que está asociada, Opar, que vende todo su fondo, por Internet, correo postal o en persona). En ellos, Holmes se enfrenta a Jack el Destripador (La última aventura de Sherlock Holmes, de Michael Dibdin), resuelve casos con Bertrand Russell (el delicioso El caso del anillo de los filósofos, de Randall Collins) o ayuda a Oscar Wilde (Sherlock Holmes y el misterioso amigo de Oscar Wilde, de Russell A. Brown). Siempre es bueno para la mente volver al 221 B de Baker Street, aunque sea por puertas falsas.

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