Y cada vez que el narrador intentaba, seca ya la fuente de su inspiración dejar la narración para el día siguiente, y decía: "El resto para la próxima vez", las tres, al tiempo, decían: "¡Ya es la próxima vez!"

Alicia en el país de la maravillas. Lewis Carroll

miércoles, 2 de marzo de 2011

La casita del Terror .....(32)

Una tarde de febrero Camilo Espinoza desapareció en la nueva construcción del hospital Pablo Tobón Uribe. Yo era su mejor amiga y usualmente en los momentos libres nos gustaba mucho salir a elevar cometa en el separador del servicio metro plus que pasa por el barrio Lovaina hacia Manrique. Habitualmente lo recuerdo como si fuera ayer pero tengo miedo de olvidar su apariencia, sus ojos verdes y cabello negro corto, sus zapatos de charol (regalados por el colegio) y sus grandes y habilidosas manos. Hoy en su decimo aniversario de muerto, todos sus familiares traen un semblante distinto a la casa de Doña Ofidia, la mamá, Camilo quien pagó a un sacerdote para que celebrara una misa en su nombre, parecen un poco mas indolentes que aquella ves que recibieron la noticia. Ese día yo llame a Camilo desde la acera hacia su balcón, le invite a que eleváramos la nueva cometa que tía Eugenia me había regalado por sobresalir en el colegio de niñas por tener las calificaciones más altas del periodo. Venteaba fuertemente y el polvo sobre la nueva calle construida flotaba en el aire, se nos metía en los ojos. Nada podía evitar que eleváramos el único anhelo que teníamos en nuestras manos. Llegando el medio día el sol estaba sobre nosotros y era casi imposible ver como la pita que salía del carrete, llegaba a la estructura hecha con palos y unos cuantos trozos de papel iris; mi amigo lucho demoró varios minutos para recuperar la cuerda y traer de nuevo la cometa. Pero todo fue bueno hasta que tomó con sus manos en la cabeza de manera exaltada.
– ¡Mierda! Se rompió la cuerda, atrapémosla antes de que otro se nos adelante— dijo Camilo.
Yo no alcance a decirle nada, solo salí corriendo detrás del que era el único que podía divisar en el cielo la silueta roja de aquel juguete. Exhaustos con la lengua afuera la perseguimos hasta que cayó en la construcción de un hospital. Yo no quise entrar porque me daban miedo los lugares húmedos y oscuros, así que Camilo no lo pensó y subió a buscar. Llevo esperando diez años a que regrese y aún no lo ha hecho. Aún espero a Camilo, algunos dicen que tal vez le robaron los órganos, otros que lo hicieron parte de una pared, yo tengo la esperanza que aparezca otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario