Para Rodrigo el día comienza con desgano, nada quiere saber de lo que sucede a su alrededor, solo el ruido de los carros le devuelven a esta ciudad polucionada y maltrecha. Amaneció con deseos de patear al mundo, hastiado de todo o casi todo, nada le provoca, nada le inspira en estos espacios y estas calles repletas de miserias no manifiestas.
Gente mal vestida, inmundos olores pululando por los rincones, desagradables pintas recorren las vitrinas, modas trasnochadas y desempolvadas, pésimo gusto, cero tacto, en fin, lo primaveral ya no se ve por ningún lado.
Llama un loca energúmena y lo putea por el celular, vocifera que le incumplió una cita donde ella lanzaría a los cuatro vientos los malos manejos y el abuso a los que son sometidos los artistas en esta ciudad tan educada, y para soportar las posibles diatribas y respuestas llamó a varios escuderos para esconderse, pero parece que ninguno de ellos le cumplió y el único que estaba a mano, es decir Rodrigo, fue vapuleado verbalmente.
Ella se olvida que ahora, “CABALLEROS” solo quedan a la entrada de los baños, donde dice: DAMAS Y CABALLEROS.
Esto también lo indispone más de lo que estaba, el calor en la frente y en la cabeza aumentan, se disculpa en la fiebre y en los síntomas de gripa o resfrío que tiene, pero la verraquera y el sentirse ultrajado lo deja de una sola pieza.
Las palabras que le dijo la mujer en el celular se repiten en su cerebro: ¡Sos un hijueputa!
¡Me usaste!, se repiten y se repiten.
Solo y para no sentirse peor le timbra a su mejor amigo y le cuenta a Gabriel lo que sucedió y se repite: ¡malparida!
Él le dice: ella suele desequilibrarse, y es muy volátil.
Rodrigo solo vuelve y repite …¡malparida!
Dejando de lado a la malparida y su terapia de choque, se dispone a establecer contacto con el más acá, es decir con este mundo, comienza a buscar, en su morral, lo que va a leer en la tertulia y los posibles temas para exponer en el encuentro con los jóvenes escritores y soñadores.
Piensa que son especies en vía de extinción y que cada vez se encuentran menos, tanto es así, que algunos amigos suyos, están diciendo que eso, es un mito o forma parte de la literatura fantástica.
Al llegar nota que los ojos claros amarillos de Camila tienen un toque de tristeza, eso también lo pone mal, el brillo en su mirada, la de ella, no es el mismo al de otros momentos, su sonrisa está apagada, y eso lo hacen sentir peor. Quiere salir corriendo a abrazarla, a mimarla, pero se siente sin energías.
Pero ella le dice: me tengo que ir, llámame. Y parte loma abajo.
Recuerda que no desayunó y ya tiene hambre, quiere almorzar, quiere sentarse en un restaurante y esperar a que el tiempo pase y sea la hora de irse, como cosa curiosa quiere ver llover, quiere lluvia…y más lluvia, pues cree que sería el camuflaje perfecto para poder llorar. (Josué)
LLorar, comer, llover... ya parecía en una película a blanco y negro, donde al final el protagonista se encuentra con su amor y son felices ( quien sabe si para siempre).
Es una mierda! de que diablos va hablar, como les va a dar energía y animos a esos jovenes; de donde va a sacar las palabras suficientes para hacerlo si ni siquiera las tiene para él.
"No se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. si el hombre vive es por que cree en algo." no, no;
"Se trata de una cuestión de disciplina" no, tampoco;
"Un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras; a la inversa del mal escritor, que dice cosas insignificantes con palabras grandiosas." maldita sea...
Se para frente a todos, queda estupefacto, como si el alma se la hubiera llevado, la malparida o camila o la lluvia o la comida; solo quiere llorar, llorar, llorar; salir corriendo a su casa donde esta su mamá, como lo hacía cuando era pequeño, pero ya no es pequeño, ya no es su casa, ya no esta su mamá... VA A DECIR LO PRIMERO QUE SE LE VINO A LA CABEZA, LA CAGO, LA CAGO, ES UNA GUEVA...
El pensamiento va por las venas, por la sangre; no es de la cabeza; no se razona, se siente, se siente...
La gente lo mira, el piensa que cada una de esas personas intentan decifrar lo que pasa por su cabeza mirandolo fijamente; se pone unas gafas negras y se sienta; "que va lo que necesitan es una dosis de realidad, que aterricen para que la ciudad y el mundo no se los trague vivos" les debería de decir eso; pero las caras de esos jovenes insignificantes, intelectualoides no se lo permitian, al parecer todavía tenía un poco de humanidad por allá adentro; no queria arruinar su esperanza de vida tan joven, iba esperar por lo menos a que mudaran dientes para hacerlo.
El joven flacucho de la dereche alza la mano; no esta seguro, se acomoda las gafas, juega con las cargaderas y solo espera a que Rodrigo le de la palabra... ((30))
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