Y cada vez que el narrador intentaba, seca ya la fuente de su inspiración dejar la narración para el día siguiente, y decía: "El resto para la próxima vez", las tres, al tiempo, decían: "¡Ya es la próxima vez!"

Alicia en el país de la maravillas. Lewis Carroll

domingo, 23 de mayo de 2010

NO HAY CAFÉ SIN HISTORIAS..

Y cuando bebió su último café, Álvaro nuevamente se retiró sin pagar la cuenta.
Este café ya no es el mismo- pensó, sintiendo el típico sabor amargo que le quedaba en la boca.
Salió del lugar disimuladamente y dobló la esquina. Había estado allí, sólo desde las 8pm, como todos los Viernes al salir del trabajo, esperando presenciar alguna situación que lo inspirara para su siguiente publicación, pero no fue así, el ambiente de esa noche también tenía un sabor diferente. Se sentía aturdido en medio de conversaciones banales de otras mesas, que lo indignaban y que le recordaban su situación, aquella que tanto había lamentado y lo había convertido en un joven solitario, pero interesante.
-Ya no hay historias- pensaba mientras encendía un cigarrillo, y observaba decepcionado a la gente que pasaba por su lado. Caminaba con prisa.
Para él, esta noche, había sido inesperada. Frecuentaba ese lugar desde que su padre había muerto, porque, nadie mejor que él, le había ensenado a disfrutar el sabor y aroma del café, que le avivaban los sentidos mientras le hablaba acerca del valor de las pequeñas cosas. Su padre siempre quiso despertar en él, la curiosidad de ver más allá del o aparente y obvio, para así encontrar grandes historias observando situaciones efímeras de las que nadie solía percatarse.
De ahí provenía su interés por la lectura de lo cotidiano, y fue esta percepción, la que le permitía conocer a la gente que llegaba al café, especialmente a las mujeres, cuyas expresiones de felicidad aparente no lo convencían, él sabía y reconocía fácilmente esa tristeza típica en sus miradas.
Esa cualidad suya, lo había convertido en un excelente escritor, y ¡cómo no iba a ser un buen escritor!, si era ésta, su única forma de expresarse.
Allí en este sitio, en la silla de la esquina, era donde “el callao” –así lo llamaban, solía sentarse varias horas en la noche a disfrutar su café y a dejarse sorprender por los más mínimos sucesos que solo él lograba percibir. Pero este viernes no fue así, no encontró historias, sólo motivos para abandonar el lugar, irritado por las conversaciones superficiales…
-si pudiera hablar, aprovecharía cada palabra que saliera de mi boca de una forma inteligente - pensaba indignado.




Ahora, son las 9:15, he caminado lo suficiente como para percatarme de que ya no me quedan más cigarrillos en la mochila, gracias a ellos por lo menos, he podido disipar la frustración de esta noche estéril, y al café? ahh, un café no es café si no trae historias- pensaba mientras me corría el pelo con la mano izquierda, que el viento acomodaba bruscamente sobre mi cara.
En la cuadra siguiente, algo llama mi atención. Es la melodía de una canción de salsa-pensé, ¡no!, es la voz más vibrante que haya escuchado en mi vida.
Me acerco apresuradamente a aquel lugar, sintiéndome parte de esa canción, de ese ritmo al que me había dejado de acostumbrar, indudablemente hay una presentación en vivo lo noto en esa voz, es ella, es ella quien le dará a esta noche una historia.
En medio de la muchedumbre, logro esquivar al grandulón de la entrada, siempre fui bueno para pasar desapercibido, además mi condición me evita dar explicaciones.
Sentía que nada me agobiaba ahora, la salsa y especialmente ella, le habían dado un brillo especial a esta noche, y no iba a permitir que nada me la arruinara.
Entro, todo está oscuro me dirijo por un pasillo ansioso queriendo ver el rostro de esa voz, que ahora entona otra canción, esta vez el ritmo es más lento, ella aún conserva esa vibración que me atrae, imagino su rostro y su cuerpo, por fin la veo. Me sorprende mi buena intuición.
Mientras busco un sitio donde sentarme, no desvío mi mirada de sus ojos que brillan como su voz. -Esa sí es una mirada de verdad- pensé, era inusual la forma en que irradiaba una satisfacción pura, sus gestos naturales al cantar, la hacían lucir más bella.
Encuentro casualmente, un lugar en una mesa vacía de la esquina de atrás, tal como ocurría en el café, sólo que ahora, si habría algo que contar, de eso estaba seguro. Era una mujer mayor que yo, ¿y qué?, tenía la mirada más joven que había visto, mi interés se enfocaba en sus ojos, en su voz. Todo su ser me pedía una historia…
Mientras me acomodo, siento que sus ojos me miran sorpresivos, su expresión cambia súbitamente y hace una pausa, baja del escenario para dirigirse hacia la entrada, me mira otra vez y sus ojos se llenan de lágrimas.
-Me quedo sorprendido, y curioso, la sigo con la mirada hasta que su figura desaparece por el oscuro corredor de la entrada.
Miro el reloj impaciente, son las 9:30pm, espero ansioso su regreso, hasta que la veo acompañada del mismo grandulón que logré esquivar a la entrada, ella vuelve al escenario y él se dirige hacia mí. Me sujeta fuertemente del brazo llevándome con él hacia la salida, le hago resistencia, pero es imposible.
¡Mierda! –pensé

Supuse que quería cobrarme los diez mil pesos de la entrada y mientras que me llevaba hacia la salida, buscaba entre mis bolsillos los quince mil pesos que aún conservaba, destinados a pagar una noche de café e “historias” en un sitio donde no justificó hacerlo; y afortunadamente fue así, porque ahora los necesitaba para entrar de nuevo a ese lugar.
Rápidamente, saco los diez mil y…
-disculpe joven, a partir de este momento, usted tiene prohibido el ingreso a este sitio.
- No lo podía creer, ¡no lo podía permitir!, hice toda clase de señas que mostraban mi inconformidad exigiendo una explicación a algo tan absurdo, lo empujé tratándolo de apartar, pero fue imposible, su fuerza me recordó el porqué de su oficio. Lo miré con indignación esperando recibir alguna respuesta coherente.
- sí, responde él
Isabel, la mujer que canta en este bar, me ha dicho que es usted el hijo de un hombre que la humilló hace tiempo en un café.
-Lo miré sorprendido e incrédulo, mi padre sería incapaz de hacer algo así
-La verdad es que Isabel, sufrió un accidente hace muchos años, donde perdió parcialmente la vista en uno de sus ojos, trabajaba como mesera en aquel lugar cuando esto ocurrió y su padre, la humilló públicamente cuando pensó que se estaba aprovechando de su hijo mudo, al darle la devuelta equivocada. Este malentendido causó que ella perdiera su trabajo en el café, en aquel tiempo y ahora que lo ha visto de nuevo, ella prefiere evitarse problemas. Además es ella quien da vida a este negocio, usted me entiende, por eso debo ser estricto con las órdenes que me da.
- literalmente, me había dejado mudo, no podía creer todo lo que este guardia, me acababa de decir, muchas imágenes pasaban por mi cabeza tratando de recordar aquel momento que según él, presencié en el café, pero fue inútil. Una gran impotencia me invadía, mientras que en el fondo, otra vez, la vibrante voz de Isabel, se volvía a escuchar.
Me alejé con un sentimiento que nunca antes había experimentado. Sentía rabia pero tampoco la culpaba, yo había pasado por las mismas humillaciones y fue allí, a la salida de ese bar, donde comprendí por qué mi padre, insistía en hacerme entender que las cosas no son lo que parecen, en aprender a valorar lo simple más allá de lo aparente y en luchar contra esta condición que siempre me había atormentado, fortaleciéndome y ayudándome a desarrollar mis otros sentidos
¿Es irónico no?
Yo, escribiendo, trabajando con mis ojos, tratando de leer a otras personas con la mirada, buscando historias y aliviando con ellas la rutina y esta condición frustrada que me limita hablar, cantar …expresarme como quisiera hacerlo.


Ella, cantando en un bar con esa melodiosa voz, la pena de haber perdido gran parte de su visión, de sus ojos, que inspiran más que cualquier otra mirada y que irradian más felicidad que ninguna otra mujer.
Me gusta sentir que nos complementamos, porque ahora siento esa misma felicidad- pensaba motivado, mientras caminaba entre las calles con paso apresurado.
Ahora Álvaro, ha llegado ansioso al lugar de siempre, paga su deuda y pide más café…
El café vuelve a ser el mismo, disfruta placenteramente su aroma y su sabor.
Una vez más, me siento sorprendido por mi intuición- piensa
Sin duda, ella le había dado a esa noche una historia, la mejor historia que el “callao”, hubiese podido contar.



Juliana González Díez

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