Carta (N.37)

Querida Andrea:
Muchas personas en determinados momentos dicen y hacen cosas que te pueden hacer sentir frágil y que no te dan muchos alientos para seguir. Te demuestran desprecio, rencor, rabia, te tratan de torpe y hasta sienten lástima por ti. Te confieso que en varias ocasiones, yo he sentido lo mismo que estas personas.

Imagino que al leer esto, estás defraudada, que sentirás desprecio por esta confesión, y que te preguntarás si realmente parezco ser tu hermana.

Seguro piensas que soy una mala persona y que no merezco tu confianza, que lo que has hecho algún día por mí no ha valido la pena, dirás que soy una malagradecida y pensarás que conmigo es mejor no contar y ni hablarme.

Pero lo que no sabes, es que lo que te digo es de corazón, mi corazón está cansado de tanta basura y lo único que quiere es que seas la persona que antes eras, que te despojes de la pereza, que te quieras más a ti misma; sólo así podrás ganarte el respeto de los demás. Odio la persona en que te has convertido, quiero ver a la Andrea de antes, la que se veía alegre y que soñaba tantas cosas. Sé que hay heridas que parecen imposibles borrar, que los caminos parecen cerrarse, que la vida no ha sido fácil, que hay personas que quieren pasar por encima de otras. Pero tú, no debes dejar que nadie te pase por encima, levanta tu mirada y continúa, cree en ti, ponle ganas a tu vida y a todo lo que hagas. No prestes atención a frases tontas e ignorantes, porque lo más seguro es que los otros no saben cuánto vales, ellos siempre buscan hacerte sentir como una hormiguita en un inmensa selva.

Deja atrás todo el sufrimiento y piensa que si han habido personas y cosas que no valen la pena, tú si eres un tesoro. Tú puedes afrontar todas las circunstancias por más duras que parezcan. No limites tu espíritu. Vuelve a soñar y perdona si te hice sentir mal con mis palabras, yo lo único que quiero es que estés bien y que seas feliz.

Te quiere, tu hermana.