Y cada vez que el narrador intentaba, seca ya la fuente de su inspiración dejar la narración para el día siguiente, y decía: "El resto para la próxima vez", las tres, al tiempo, decían: "¡Ya es la próxima vez!"

Alicia en el país de la maravillas. Lewis Carroll

sábado, 2 de octubre de 2010

Creabiografía (3)

Era la 1:35 de la tarde de un dia del común lleno de estrellas cuando salió negra y ahogada del cuerpo de su madre. Era el dia 5 del mes 5; probablemente tenía 5 cerebros también. No lloró en ese momento porque los 50.000 litros de lágrimas que tenía los guardó para después.
Creció sola y acompañada de extrañas criaturas a las que otros llamaban papá y mamá. Sola y acompañada porque nada evitaba que tuviera gente a su alrededor, a 2 o 10 metros de distancia, el vacio total era imposible. Sus amigos eran tan invisibles como la invisibilidad misma, aunque su niñez transcurrió entre wonderland, Disney y el mundo de Barbie, pero jamás conoció a Barnie. Esto le causó un trauma psicologicofeliz, porque mientras otros cantaban “te quiero yo” ella decía me quieres a mí.
Pintaba corazones y caritas felices en cuanta hoja se le pasaba por la mano, hasta que el día en que el papel se extinguió y cambió los dibujos por las ideas. Por eso comenzó una carrera en la que jodiendo y corriendo barquillos fue vendiendo, y cuando menos cuenta se dio su propio negocio creó. “Duritos” le dejó un sinfín de ganancias: 80 kilos, 100.000 pesos y una tremenda adicción que la llevó a enamorarse. Pero ella no creía en el matrimonio; eso de aguantarse para toda la vida era solo una idea que religiosos corruptos habían vendido. Por eso decidió irse de vacaciones a la Universidad de Palermo. Palermo o San Juan le daban lo mismo, solo quería abrir fronteras, correr un riesgo y alejarse de esos invisibles amigos tan invisibles como la invisibilidad. Llegó a Palermo, conoció el sol y por allá lejos se quedó.
Miraba las nubes buscando formas, claro que nunca veía nada porque hasta allá no la dejaba llegar la miopía. A diario montaba en carros de 100 millones, pero nunca entendió porque su silla para 2 era siempre la ultima en llenarse. Amaba tanto el pollo que un día casi le salen alas. Usaba su sonrisa como método de vendo/cambio. Tenía las manos pequeñas, tan pequeñas que sentía grande todo lo que tocaba. No contaba ovejas para dormir, prefería pensar en comida y pasar sus días imaginando cosas posiblemente imposibles.
De vicios estaba llena: pensar, imaginar; mirar, chismosear; correr, vivir de afán. Sus días tenían 24 horas pero le rendían por 8 horas más. Los afanes la llevaron al cansancio y el cansancio a la pereza, pero como la pereza no era buena se quitó las cobijas y se fue a dar una vuelta.

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