Correr, para alcanzar el cielo, correr para alcanzar el tiempo, correr para sentir el viento, para ignorar los sueños, para desgarrar el cuerpo. Como un juguete de cuerda, él, que no tiene nombre y no le preocupa, él, que no tiene mirada constante, él que quizá pasa desapercibido, él que ha olvidado hasta su propia vida; cada mañana de todos los días de los últimos dos años se lanza a correr como un ciclópeo animal que se arroja al vacio a velocidades inimaginables, sin miedo a encontrar el fondo. Corre para olvidar el mundo, para atrapar sonidos, corre para interrumpir sus pensamientos, corre para huir del desesperante vaivén del mundo nuevo, para morir sin ansias, para dormir sin sueños.
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