Y cada vez que el narrador intentaba, seca ya la fuente de su inspiración dejar la narración para el día siguiente, y decía: "El resto para la próxima vez", las tres, al tiempo, decían: "¡Ya es la próxima vez!"

Alicia en el país de la maravillas. Lewis Carroll

sábado, 6 de marzo de 2010

CRUXIFICCIÓN

Las alas pueden servirnos para nada, en ocasiones, si no hay vientos favorables, pero tampoco es cosa de sentarse a esperar corrientes de aire que nos eleven así, simplemente como a objetos inertes no hay que buscar el viento treparse en el cautela, cuidado, tranquilidad antes que nada.
Jesús está sentado solo y triste el cetro del mundo en la mano... "siento una tristeza de muerte", dijo alguna vez a alguno de sus apóstoles cuando vio a la puerta de su cuerpo casi el martirio del calvario. "será que doy mi sangre y mi dolor por este montón de espectros?" pensaba quizás mientras veía un ocaso hecho con alas de ángeles irse hacia la infinidad con sus colores y sus luces prepotentes, maravillosas el desorden de este mundo es en desorden de la conciencia (o la inconsciencia) humana que se asemeja más a la estupidez que a una verdadera facultad de claridad cósmica hay tantos payasos buscando la riqueza afuera de ellos si no se tiene nada dentro, lo que se tenga en las manos equivale al vacío
vicios hombres viciados, tristes que sonríen en un intento equivocado por evocar el contento en una mueca torpe, si no hay que reír, no se ríe, y ya vicios todo son vicios el amor se convierte en vicio nos venden necesidades ellos los que las crean para que las necesitemos un mundo viciado, transformaciones inútiles, todo es paranoia, todo es perder el tiempo si no se hace con el corazón.
Jesús está sentado ahora mirando los peces multiplicarse, entendiéndolos. no se pregunta, sabe, se lleva uno a la boca pero no sabe bien es un pez enfermo no pudo curarlo antes de triturarlo entre sus dientes sin mácula hay que llegar al fin del mundo, al paraíso prometido pero, ¿dónde está? afuera, no dentro, si dentro mirar hacia uno mismo, desdoblarse hacia sí ser en vórtice del viento que me traga, ser yo quien encuentre mi propia fruta origina ser emanación y luego carne, porque si no tantos hay buscando en el engaño tanta madera húmeda, que no sirve para hoguera en fin.
Tengo en mi una ausencia de piedra, melancolía de saber que la lluvia no puede ser creación mía, que tengo que esperarla, acá sentado, en mi puerta, en una banca cualquiera, para poderla ver, para poder escuchar su tastasear tranquilo, simple, incontable tengo que esperar la lluvia pero, por ahora, tengo aire seco, que también me parece que está bien; mientras que cargo una cruz quizá más grande que la que cargó algún día Jesús.

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