Y cada vez que el narrador intentaba, seca ya la fuente de su inspiración dejar la narración para el día siguiente, y decía: "El resto para la próxima vez", las tres, al tiempo, decían: "¡Ya es la próxima vez!"

Alicia en el país de la maravillas. Lewis Carroll

martes, 9 de marzo de 2010

Un guiño y un trago

Ella lo mira desde su mesa, voltea la cara, se toca el pelo, vuelve y lo mira con detenimiento. Muerde sus labios con cierta sensualidad, locas intenciones tiene su cuerpo. Al parecer él le produce cierto placer; ella juega con su copa, su trago se ha acabado. El reacciona, llama al mesero con un gesto sutil, le pide un trago y lo envía a la mesa de la rubia.

Ella acepta encantada el trago y le alza la copa dando las gracias. Un baile sensual y un guiño de ojo bastan para enloquecer al hombre. Ella sigue mirándolo, no lo descuida, lo sigue a todas partes con sus ojos.

Para él, ella es diferente; rubia, de ropa extravagante y corta, sensual, atractiva, ardiente. Puede llegar a ser la mujer de sus sueños, la mujer de su vida, la que lo hará vibrar todas las noches y la que lo despertará cada mañana. El se siente afortunado, se siente seguro, único y deseado.

Para ella, el es un tipo común, nada atractivo, nada especial, un hombre gordo y poco agraciado. Ella sólo quiere una noche de pasión desbordada con él.

¿Pero entonces qué hace que ella lo desee? Es simple; un carro de lujo, un reloj costoso, ropa suntuosa y una billetera repleta de dólares… Ella sólo quiere una noche de sexo bien pagada.


David Gómez Bedoya

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