Luego de un día soleado, cae la noche. Aunque ya no hay sol, su presencia se siente a flor de piel. El calor es abrumador, miro a mí alrededor y los árboles permanecen estáticos como estatuas en una plaza de pueblo. Sin un sólo rastro de viento y con mi piel ardiendo, decido ir a la playa a tomar aire fresco.
Pienso, pienso y pienso, hasta que pierdo el aliento. Decido tomar una siesta y lo primero que encuentro es una caja de cartón que me podría servir de asiento. Le desgarro sus lados y en la arena la extiendo, luego de un rato en ella me recuesto.
Miro las estrellas y me llegan los recuerdos, algunos malos y otros muy buenos, pero para evitar los sentimientos mejor me duermo.
Pasa la noche y llega el día. Un rayo de intensa luz me golpea el rostro, abro los ojos y me encuentro lleno de energía. Mientras me pongo de pie me doy cuenta de donde dormía, era un cartón pero cobraba simbología, ya que parecía la cruz donde el señor Jesús yacía en los últimos días de su vida.
Autor: Juan Rodrigo Zapata
Pienso, pienso y pienso, hasta que pierdo el aliento. Decido tomar una siesta y lo primero que encuentro es una caja de cartón que me podría servir de asiento. Le desgarro sus lados y en la arena la extiendo, luego de un rato en ella me recuesto.
Miro las estrellas y me llegan los recuerdos, algunos malos y otros muy buenos, pero para evitar los sentimientos mejor me duermo.
Pasa la noche y llega el día. Un rayo de intensa luz me golpea el rostro, abro los ojos y me encuentro lleno de energía. Mientras me pongo de pie me doy cuenta de donde dormía, era un cartón pero cobraba simbología, ya que parecía la cruz donde el señor Jesús yacía en los últimos días de su vida.
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