Mi cabeza tocando mi antebrazo y mis piernas recogidas para más satisfacción, me encuentro conociendo un lugar desconocido que recorre mi cerebro, observando duras criaturas, pequeños rascacielos, inmensos lagos, tesoros ocultos, personas por doquier y un día negro.
Todo se conjuga en un desorden infernal, no entiendo, no comprendo porque me tocó a mí. Pero afortunado yo, de estar en un hogar tan gigante; las olas mecen mis efímeras fantasías, cada grano de la arena me acompaña para más seguridad, la brisa del océano me cobija con su sensibilidad y mi cabeza siempre está ahí para recordarme u olvidarme de que tan bello será el próximo amanecer.
Me miro, me sonrió, me regaño.
Martes de crux, martes de placer.
Me acomodo a la simetría de mi colchón y a la densidad de mi cojín, la brisa me protege, mis sueños me persiguen.
Mi descanso me alienta, mi mano se atraviesa.
Martes de crux, martes de placer.
Mis fantasías se esfuman, mi vida desaparece.
Me levanto, y vuelvo caer.
Recorro mis espacios, mis personajes, mis ilusiones.
Me miro, me sonrió, me regaño.
Martes de crux, martes de placer.
Mariana Ospina Hoyos
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