Y cada vez que el narrador intentaba, seca ya la fuente de su inspiración dejar la narración para el día siguiente, y decía: "El resto para la próxima vez", las tres, al tiempo, decían: "¡Ya es la próxima vez!"

Alicia en el país de la maravillas. Lewis Carroll

sábado, 26 de febrero de 2011

AL RITMO DEL BAR. POR # 49

Por cosas de la vida, del destino, de Dios, o simplemente por cosas, paré en aquel sitio. Luces de todos los colores iluminaban las caras de quienes ya habían empezado la noche, al igual que la mesa que entre mis acompañantes decidieron tomar, que aunque se lograba percibir la luz de la luna, no nos lográbamos escapar de los rayitos multicolores que se posaban con gracia. Al fin, un hombre algo peculiar tomó la orden de las dos botellas de Buchanan´s que amenizarían la noche.
Nunca antes había estado sentada en un lugar como éste, pero aunque me sentía en el lugar equivocado, más pronto de lo que pensaba comprendí que no sería tan terrible; pues las risas, el licor, el humo de cigarrillo en colores, y sonidos como diría Willy, bestiales, comenzaban a divertirme un poco después de un pesado día. Y me dije a mi misma “mi misma tienes que disfrutar”
En un abrir y cerrar de ojos había en la mesa dos gigantes platos con variedad de carnes, papas, ensalada, arepa, y un aceitoso brillo que me indicaba lo poco saludable que era comerlo. Pero me dije a mi misma “mi misma tienes que comerlo”.
De repente los ánimos de mis acompañantes comenzaron a levantarlos de la mesa, y dejarse llevar por el ritmo de la música. Algunos movían sus piernas más rápido que otros, otros las levantaban un poco más, varios daban vueltas y vueltas levantando faldas no muy sutilmente, pero todos absolutamente todos, lucían pieles húmedas y brillantes, y sonrisas que se reflejaban en la luminosa bola de espejos que se encontraba girando en el centro del bar. Y me dije a mi misma “mi misma no te puedes ir sin bailar”.
Y así fue. Bailé hasta que la longitud de mis zapatos me lo permitió, pues la planta de mis pies estaba roja y me ardía lo suficiente como para sentarme. Las mesas y sillas, en el tradicional cuero café, no eran cómodas, pero eran ideales para el momento. Intenté ir al baño, entre pisones y empujones, pero cuando por fin llegué ¡oh sorpresa!; al parecer a alguien el revolver licor, con carne y unas cuantas vueltas, logró hacerle efecto. Y me dije a mi misma “mi misma creo que por ahora no entrarás al baño”
Mi cansancio, solo me permitía observar sentada a los brumosos bailarines en la pista, cuando me percaté de un detalle del sitio que me sacó una sonrisa. Los rostros sonrientes de estrellas terrenales, famosos e iconos del ritmo, colgaban de las paredes con la juventud que la vida no les perpetuó, pero que su talento les eternizó. ¡Azúcar! Se me vino a la mente en aquel instante, pero de repente alguien tocó mi hombro e interrumpió mi recuerdo, al voltear un gran bigote blanco me decía: “Señorita ya puede ir al baño”, era don Fidel, así le llamaban al peculiar hombrecillo, que ya había perdido de vista en toda la noche. Y me dije a mi misma “mi misma estoy demasiado cómoda como para querer ir al baño”
El cansancio se apoderó de mi cuerpo lo suficiente como para querer irme, y despidiéndome de todos los que aún se acordaban de mí, salí del sitio pensando, como paisa no tengo el sabor del costeño y el caleño, pero eso sí, les seguí el paso. Ya cuando estaba descansando y antes de caer en el profundo sueño que me perseguía y con las luces de colores aún en mi parpadeo me dije a mi misma “mi misma si es con caleños y costeños, donde don Fidel volveremos”.

1 comentario:

  1. Buena historia y bien narrada, piénsala en imagen, puede ser una buena mirada para otro lenguaje... la repetición de "mi misma" funciona

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