A la lejanía puedes observas sus sombrillitas, siempre provocativas para sentarse y disfrutar de un buen café o un licor; son esa mancha roja que te llama y te indican que ese es el lugar, y la publicidad que llevan encima te muestran un sello de calidad: “Por que las mejores cosas de la vida, TOMAN tiempo”.
A la entrada un ambiente cálido y servicial, escoges donde sentarte, puede ser afuera en las sombrillitas, en una de las mesas internas o tal vez en un sillón de esos que recrean el diván de una vieja casa donde quieres charlar y que se te pasen las horas sin darte cuenta. Yo elegí sentarme en el sillón rojo, mi visual era el amplio portal del establecimiento, a la derecha la barra y dos neveras; a la izquierda otras mesas, la cocina y el baño.
Empieza a caer la tarde y el ambiente se vuelva cada vez mas acogedor, mi acompañante me toma de la mano y como en pocos lugares de la ciudad, nos sentimos protegidos y sin juzgamiento alguno por la mirada opulenta de la sociedad.
Para nuestro servicio están tres chicas y joven; en esta ocasión nos atiende Natalia, ella es de corta estatura, gordita y su cara tiene un cierto parecido con Topollillo. Yo la saludo como de costumbre: ”Que lindaaaaaa… Que bonitaaaaa… hermostra”. Ella se dibuja una enorme sonrisa en el rostro y sus cacheticos se convierten en dos pimpones irresistibles de tocar.
Continúa nuestra velada y aparece un personaje en el café, es una mujer, siempre me ha causado intriga y admiración, su apariencia rompe con los esquemas de la moda, usa unas botas rojas altísimas, falda corta, blusa en cuero de color negro y lo que mas me gusta es su rostro y cabello. Esta peinada con unas trenzas muy apretadas en los costados y arriba su peinado es mas suelto, dándole forma a una cresta, prácticamente una obra de arte que abate en cascada hasta sus caderas. Su rostro es blanco, donde su mirada impacta por la fuerza de su maquillaje y por lo que develan sus ojos desde el interior de esa personalidad arrolladora.
Entre coctel y coctel se nos van pasando las horas y ya son las 11:30 pm y están pasando las cuentas; se acerca el otro animal de ese zoológico, a la cual denomine condorito, por que su apariencia de pajarraco es irresistiblemente graciosa. “Ve gracias Estefa por la cuenta, ya te pagamos”.
Nos regresamos a casa luego de nuestra estadía en este “café de la ciudad”; donde afuera nos ensordece una nube de humo, de un olor a yerba muy particular. Y así termina esta historia, y colorín colorado el sillón rojo nos ha encantado.
Juan Pablo Arias Delgado
Buen texto y me gusta el humor y el sarcasmo, ¿se lo puedo pasar a Natalia???
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