Mi primera vez fue muy planeada, producto de largas conversaciones y averiguaciones, mucha preparación previa porque era un paso muy importante hacia algo desconocido, pero que aun así quería con mucho entusiasmo, en parte por experimentar algo nuevo y por que era la mejor de las opciones con que contaba, pero también porque estaba segura de que era el momento indicado y preciso para aventurarme a descubrir un nuevo mundo y responder por mí misma sin ataduras de ningún tipo, era el momento de ser independiente y de dejar atrás muchas cosas de mi infancia.
Después de tomada la decisión y de tener adelantados todos los preparativos necesarios llegó el día. Me levanté y me preparé como cualquier día normal, no sentía nervios ni agitación, estaba tranquila. Salí de mi casa rumbo al lugar de encuentro y el viaje fue calmado, pero lleno de muchas expectativas y de un poco de miedo mientras más me acercaba al lugar de inicio de mi travesía , por las cosas que iba a dejar atrás y por las que venían tan desconocidas para mí. Cuando por fin llegué todo ocurrió muy rápido porque llegué tarde y todo ya se había organizado sin mí, casi pierdo mi gran oportunidad. Debido a mi retraso no tuve tiempo de prepararme para nada y cuando menos pensé ya estaba embarcada en la aventura. La sensación fue de vuelo, apacible y placentera, y aunque no era del todo desconocida, tenía nuevos matices por su magnitud. Durante un tiempo que no puedo precisar me abandoné a esa sensación hasta que al fin aterricé. Ya había pasado la frontera de lo desconocido y estaba de cara a un mundo nuevo. No había vuelta atrás.
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