Y cada vez que el narrador intentaba, seca ya la fuente de su inspiración dejar la narración para el día siguiente, y decía: "El resto para la próxima vez", las tres, al tiempo, decían: "¡Ya es la próxima vez!"

Alicia en el país de la maravillas. Lewis Carroll

domingo, 20 de febrero de 2011

Es solo una Historia...El bar...(32)

Un jueves como de costumbre, un pareja, Camilo y Marcela salieron de la universidad para dirigirse a la acera de del ancianato, justo cerca de “El Osheas” establecimiento donde se venden tragos y sintonizan música reggae.
Se había vuelto habito esperar en ese lugar a que comenzara la siguiente clase, que por cierto era muy pesada, la dictaba un economista que no era licenciado. Sus charlas eran una espiral que siempre decantaba de la misma manera en el mismo sitio sin dar a entender el meollo del asunto. Mejor dicho eran aburridoras y poco alternativas. Así que la mejor arma para combatir el dilema semanal era llegar algo embriagados a clases.
Camilo y marcela solían encontrarse con otros compañeros universitarios en la misma esquina a la misma hora. Uno a uno llegaba, se daban la mano y tomaban asiento contra el barandal del ancianato. El bar quedaba a solo pocos metros del sitio, no es muy grande, solo es un garaje con algunos muros que tapan la cocina trasera donde se preparan los licor y bebidas. Un techo de lona resguarda algunos clientes del pesado sol de medio día. Lo más llamativo son las chistosas pero muy innovadoras sillas de colores descaradamente bajitas.
Acercándose las doce y cuarto, las personas compartían la palabra mientras escuchaban la música de fondo pero Marcela sintió que no era un momento tranquilo. Recordó que semanas antes un viejito del ancianato había salido con un balde lleno de agua para mojar la acera e impedir que los jóvenes tomaran asiento. En retaliación, el grupo de jóvenes han estado rayando el muro con enormes dibujos algo bizarros y coloridos símbolos. Ahora había un cartel extraño sobre la pared contigua al bar que decía “se ríen de mí pero yo me reiré en poco tiempo.”
Algo en las entrañas de marcela le decía que abandonaran el lugar, su estomago burbujeaba como síntoma de náusea pero sin procesar mas allá de una sensación incomoda. Camilo se preocupó al escuchar las repetitivas quejas su novia y decidió pagar la cuenta que tenia del bar para retirarse en dirección a la u.
El hombre que atendía esa tarde en el bar “Osheas” era Juancho. Un egresado de la universidad donde estudia Camilo y un viejo amigo de Marcela. Estaba tras la registradora programando una lista de música que le daría tiempo de preparar unos cocktails que le encargaron.
Camilo saludo a Juancho mientras le señalaba la pecera que ahora era un accesorio del bar. Saco la billetera y pidió la cuenta. Mientras Juancho verificaba en la computadora cual era monto de la deuda, una estruendosa ráfaga de disparos irrumpieron el aparente cotidiano día jueves. Todos se lanzaron al suelo para resguardarse. Camilo inmóvil y desde el frio y sucio piso del local alcanzo a ver los causantes del estrago cuando huían en una moto de alto cilindraje. Lo primero que cruzo su cabeza fue la imagen de Marcela que estaba esperando a que él pagara la cuenta.
¡Valla frio recorrió todo su cuerpo al recordar que ella estaba afuera¡
Gritos y caos encontró al levantarse del piso. Lastimosamente a pocos metros inerte e inmóvil yacía su amada, con dos tiros que atravesaron su pecho y arrancaron la vida de su ser. Ya nada había para revivirla. Ya no había razón para pensar en regresar a clase ese día.
Pobre Camilo, nunca lo olvidara. Y el misterio tampoco resolverá. Aunque solo queda en su mente el recuerdo de cómo era su apariencia, tiene miedo de olvidar algún día como lucia ella. Y con respecto al bar. Pocos alumnos lo frecuentan después de aquel episodio. En el aun un nuevo aviso que pide a los consumidores el favor de recoger las basuras y las colillas que quedan en el ancianato de al lado.

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