Y cada vez que el narrador intentaba, seca ya la fuente de su inspiración dejar la narración para el día siguiente, y decía: "El resto para la próxima vez", las tres, al tiempo, decían: "¡Ya es la próxima vez!"

Alicia en el país de la maravillas. Lewis Carroll

jueves, 24 de febrero de 2011

DESTELLO DE LUZ - POR DANIELA REYES VANEGAS

Todo comenzó de camino a la estación del sistema de transporte público, el aire sopla y roza algunas de las caras dormidas, cansadas y congela el hombre que intentaba regalarme una sonrisa. Los modestos obreros y estudiantes con sus libianos morrales aguardaban impacientes en la plataforma. Allí en la estación el olor intermitente y asqueroso del río deformaba las narices de quienes iban hacia el norte de la ciudad. Los seis vagones que forman el sistema de transporte público llegaron llenos, excepto los dos últimos, lo que produjo que varios usuarios aligeraran el paso antes del cierre de puertas.


Ya saliendo del tumulto y tomando el puente que conduce a mi destino, se divisa el inicio de la calle décima que se convierte en punto de referencia para quienes arriban a la estación. Alrededor de ésta, habían muchas tiendas de alimentos y bebidas, rockeros vendiendo accesorios opacos y algunos hombres ancianos que escuchaban boleros bebían copas de aguardiente.


Cinco cuadras más arriba girando a la derecha se encuentra el sitio perfecto para tomarse una bebida refrescante y relajante, predilecta para los habitantes de la zona en la cual hay casas grandes de todas las tonalidades, cafés, ocres, vinotinto, celestes, habanas, estilos diferentes en cada esquina, para cada cual. Allí fue donde llegue en una noche fresca como la que se puede sentir a las 7:00 p.m. y donde la luna sesga aún las espesas nubes blancas que viven en el cielo. El ambiente, lo armonizaba las melodías, mezclas de rock, funk y sus derivados; cada de uno de ellos se entrelazaba y formaban un trueno de sonidos plácidos que tocaban para comenzar la fiesta; el viento se unía a la sinfonía de la música y el baile entre los diferentes lugares que lograba divisar. Mientras tanto, los vendedores de algunos negocios abrían de par en par las puertas y ventanas para echar vistazo a las personas que rodeaban el lugar.


La gente que por fin se atrevía a salir a la calle, reflejaba afán en sus cuerpos, especialmente sus manos, como si estuvieran retrasados o con alguna misión importante que cumplir esa noche. Los autos y las motocicletas se escuchaban pasar, había una lluvia de luces que ingresaban por las cortas calles que decían ¡es hora de disfrutar!. El comercio nocturno era variado, entre bares, tiendas y restaurantes pequeños invitaban a pasar un rato al son musical.


En el centro de la torta, lugar donde podía observar las acciones de mi especie animal, mostraba como uno de ellos alzaba el sonido del palo de madera para evacuar a los hombres vestidos de suciedad, loción de pachulí y descalzos, quienes solo incomodaban al grupo de hombres verde militar que controlaban la seguridad de la zona. Diagonal hacia donde me encontraba veía que alguien alzaba las manos, era un chico de la camisa azul rey, quién llevaba un tatuaje exótico con un título en uno de sus bordes que decía “amor demente”. Además, veía una mujer de labios negros que dialogaba con los demonios más raros que halla visto en mi vida.


De otro lado, miro una vendedora de una chazita quien dice llamarse Luz Mila, ella lleva 44 años viniendo al sector y tratando de sacar a su familia adelante de una manera honesta y amable hacia todo persona que quiera comprarle. Luz Mila, dice que conoce hace mucho tiempo este lugar y que a pesar de que su chazita no sea muy grande siempre se pega la caminadita para tener algo con que comer.


Cuenta además que este lugar durante el día permanece en calma, no hay quien interrumpa la paz, pero de noche el lugar se transforma para reflejar un lugar ideal de un estilo muy personal. ¿Cuál? Tú lo sabes.

1 comentario:

  1. Buen ritmo y la narración me gusta, dejas abiertas puertas para posibles caminos

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